A menudo las fuerzas policiales o militares deben intervenir en el interior de edificios. El objetivo de estas intervenciones es siempre detener a un delincuente/terrorista, que además puede tener rehenes, con el mínimo coste en vidas humanas.
En estos casos el factor sorpresa es vital y cualquier medio que permita ganar unos segundos puede significar la diferencia entre el éxito y la muerte de inocentes.
Para ganar estos segundos extras se inventaron las granadas aturdidoras o desorientadoras. Su misión es producir una explosión muy ruidosa -o varias explosiones seguidas- unidas a uno o varios flashes de luz muy intensos que, en contraste con la penumbra habitual en una vivienda, deslumbre y ciegue momentáneamente a sus habitantes. Ambos efectos pueden potenciarse en algunos casos con el añadido de bombas de humo normales o lacrimógenas que ayuden a incapacitarles temporalmente.
Pero, por definición, siempre van a usarse en locales confinados e interiores. En estas circunstancias una granada de mano ordinaria derribará tabiques y causará bajas inocentes o incluso entre los atacantes, mientras que las de humo o lacrimógenas pueden provocar incendios además de que al no poder dispersarse los gases alcanzan concentraciones tóxicas.
Para evitar estos problemas nacieron las granadas aturdidoras. En realidad no estalla la granada sino una serie de pequeños petardos activados por un único mecanismo convencional de palanca y anilla con retardo pirotécnico, aunque suelen tener un retardo más corto que las ordinarias para conservar el factor sorpresa.
La publicidad de una de ellas habla de un ruido 170 dB con un flash de 3.000.000 de candelas para la versión policial y 180 dB/6.000.000 de candelas la versión militar. Mas que suficiente para cegar y desorientar a cualquier persona cogida por sorpresa.
Al explotar la granada puede ocurrir que los gases la hagan saltar en una dirección al azar, causando daños indeseados. Para evitar esta contingencia, suelen fabricarse de modo que los gases salgan por varios agujeros en direcciones opuestas, de modo que se anule la fuerza de reacción. |