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.22
Caseless / .22 sin vaina / .22 Daisy / ECRA-ECEV 06 005 KNS 010
El
.22 caseless fue utilizado en el fusil Standard Daisy Model V/L, de 1968. Sólo se construyeron unos 20.000 ejemplares.
Tiene una velocidad de 350 m/s. con su proyectil de 29 grain, igual que
un .22 LR. Al no contener cebador, el arma no tiene extractor y no causa
óxido ni corrosión, dando una excelente exactitud.
Están envasados en contenedores de plástico de 10 cartuchos,
conteniendo 10 de estos en la caja.
A la izquierda de esta líneas, cartucho completo. Debajo caja de
cartuchos, prospecto de los mismos y una foto del fusil Daisy que los
disparaba.
FOTOS
Y DATOS: CARARM
En 1961, el ingeniero químico Jules Van Langenhoven patentó un sistema de munición sin vaina y sin fulminante. Se lo mostró a Case Hough, presidente de Daisy/Heddon que inmediatamente adquirió los derechos para desarrollarlo.
Pero ¿Porqué se interesó en el sistema un fabricante de armas de aire comprimido? La respuesta es su sistema de encendido. No hay un fulminante -de accionamiento eléctrico o mecánico- como en todos los cartuchos de la historia. En su lugar el arma tiene un muelle y un pistón, exáctamente igual que las armas de aire comprimido, con la diferencia de que al disparar el aire es comprimido en una cámara muy pequeña de modo que su temperatura aumenta enormemente. Una simple válvula de bola se abre a la presión adecuada dejando pasar este aire a alta temperatura a la base del cartucho, donde inflama la pólvora. Esta misma vàlvula impide que los gases calientes vuelvan a la cámara de compresión.
El sistema parece un poco complejo, pero es efectivo y puede automatizarse de forma simple -se hablaba de construir ametralladoras y fusiles de asalto con este sistema- y tiene la ventaja de que al no haber fulminante que deje restos, cañón y mecanismos no necesitan limpieza durante muchos cientos de disparos.
Cartuchos de fabricación muy económica (la mayor parte del coste de un cartucho es la vaina), muy ligeros y pequeños en relación a su potencia son otros atractivos de este sistema. Pero no todo son ventajas.
El cuerpo de pólvora es fragil, hasta con la uña puedes romperlo y entonces no alimenta bien, y no había un sistema efectivo para expulsar los cartuchos que pudiesen fallar. Para evitar este problema, se vendían los cartuchos en tubos de plástico que los protegen durante el transporte y permiten cargar el arma sin tocarlos. Y como no hay pistón, éste no puede fallar. La pólvora siempre se enciende. Y si por alguna circunstancia extraña no lo hace, puede repetirse el disparo hasta que el aire caliente acaba encendiéndola.
En realidad el desarrollo de este arma presentó muchos problemas y no llegó a venderse al público hasta 1968. Y aquí nos encontramos con otro aparente sinsentido.
Daisy es una gran especialista en armas de aire comprimido y creó su fusil con destino al mismo público, para tiro recreativo. Su cartucho de calibre .22 tiene un diámetro típico en estas armas aunque su potencia es superior a la del .22 LR.
Pero 8 meses después la oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) decretó que el Daisy V/L es un arma de fuego.
Y Daisy no tiene autorización para producir armas de fuego.
Fin de la historia. Daisy decide dejar de producir el Daisy V/L en lugar de obtener la autorización gubernativa para fabricar armas de fuego. En realidad la prohibición de la ATF pudo ser un alivio para Daisy. El sistema de encendido es caro (aunque la produccion en gran masa lo hubiese abaratado mucho), los problemas mecánicos todavía grandes y al parecer la Daisy no tenía la capacidad económica para avanzar mucho más en el desarrollo de su arma.
S&W experimentó con un cartucho parecido, el .22 S&W Caseless XPL.
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